Los caminantes experimentaron la contemplación, abriendo los ojos para captar los matices y colores: el suelo, el cielo, el aire, las flores, la sombra de los árboles, la fuente… todo se convertió en compañía que arropa la existencia.
El silencio y el rezo del santo rosario también contribuyó, especialmente, al encuentro con la creación y con el Creador.
Durante las largas y en ocasiones, lluviosas caminatas, la realidad despertó, gratitud, admiración, belleza y alabanza en el corazón de niños, jóvenes y adultos, quienes recibieron catequesis sobre la llamada y señales del camino, la creación, y la dimensión espiritual de peregrinar como ciudadanos del cielo, cuya meta es Jesucristo: Camino, verdad y vida.
¡Damos gracias a Dios por la intensa y extraordinaria experiencia de peregrinar juntos, como feligreses de San Juan Pablo II, fortaleciendo los lazos familiares!
Ultreia e Suseia. Siempre adelante y siempre hacia arriba porque la verdadera meta es el cielo, el encuentro con Jesús cara a cara.